Bitácora Madrid
Nada como un toque de queda a las once de la noche para hacer más cosas en menos tiempo. Nada más aterrizar me dirijo a casa, el portero me espera con su sonrisa y amabilidad de siempre, ahí sigue al pie del cañón y deseando que se regularicen los tiempos en que vivimos.
Me acerco a Serrano, y consigo ver a un amigo que me enseña su preciosa casa en el barrio de Salamanca, y lo digo porque no me lo imaginaba en otro barrio que no fuera Chamartín. Conozco a su novia, todo energía y ganas de hacer cosas, me cae muy bien y espero que coincidamos más todos a mi vuelta.
Salgo hacia Princesa, a mi reencuentro con otro amigo, en el Pimiento verde, como no, aunque esta vez lo han reformado, todo lujo de detalles y servicio de restaurante de mantel blanco. Nos ponemos las botas con flores de alcachofa, ensaladilla y huevos rotos con trufa y foie. El pimiento verde nunca decepciona. Nos ponemos al día hasta que nos traen la cuenta como recuerdo de que es la hora de cenicienta, pero en canarias.
Ya en el aeropuerto, hay dos puertas de embarque, y eso por poco que sepas ya te dice que el avión es grande, un Airbus 350 para ser más exactos. Contar esto me recuerda a Mario, fan de los aviones y de esta gente que te describe la configuración de los asientos de la nave con solo decirle el nombre.
Voy en la fila 14, y si echas cuentas, en un país con supersticiones eso quiere decir que en realidad es la 13 empezando por el principio, como en mi vuelo de Nepal con de Buddha air en fila 13.
Tengo un par de horas por delante para aprovechar a descansar que dicen que el sueño no se recupera, siguiente parada Londres con una hora para tránsito al vuelo hacia Chicago, va voy “afilando” las zapatillas de correr en este sprint final.
2021